Estrategias de lectura previa
La lectura previa, cuando se hace de forma estratégica, es una exploración del texto para conocer su estructura, tener una idea del contenido y tomar una decisión para profundizar en la lectura (Sánchez, 2009).
Veamos tres estrategias.
Explorar el texto antes de leer
Explorar el texto que vamos a leer nos permite activar conocimientos previos y tomar decisiones. Por ejemplo: podemos ver el número de páginas, las ilustraciones, los índices y los párrafos introductorios de cada capítulo.
En esta exploración es muy útil leer los títulos y subtítulos, y entender cómo están organizados; esto último nos da una idea de la estructura general de la obra y nos da una idea de las intenciones comunicativas del autor. Esta exploración también sirve para afinar nuestros propósitos de lectura y organizarnos mejor; por ejemplo, tal vez hallemos que el texto es amplio, lo que nos ayudará a detallar nuestro horario de estudio; o quizá resulte que sólo nos servirán ciertas partes del texto, y necesitaremos buscar otras fuentes.
Usar el conocimiento previo
Todo lo que leemos cobra sentido para nosotros si lo relacionamos con lo que ya sabemos. Por eso, mientras más conocimientos previos estén activos al leer, más profunda será nuestra comprensión de lo leído.
Cuando exploramos un texto de manera estratégica y con propósito, esos conocimientos se activan en nuestro cerebro, que de ese modo está preparado para que las ideas que leeremos sean más claras.
Elaborar predicciones
Explorar los textos nos permite adelantar un poco e imaginar de qué se trata el tema y cómo lo expondrá el autor. Esto nos da una guía mientras leemos de manera más detenida. Claro que a veces nuestras predicciones serán equivocadas, pero lo importante es que estamos usando nuestro conocimiento previo y leyendo activamente.
Recomendaciones para realizar la lectura previa
He aquí algunas sugerencias para realizar la lectura previa. Recuerda que en algunos textos aplican algunas
sugerencias y en otros no. De hecho, el que un texto tenga o no estos elementos nos da cierta información
que puede ser útil.
• Revisar la portada y contraportada para conocer el nombre del autor, el título, subtítulo, editorial y año
de publicación.
• Leer la introducción, el prólogo o el prefacio, pues ahí están los motivos por los cuales el autor escribió
la obra.
• Revisar el índice, ya que es la presentación de los capítulos y partes que conforman la obra.
• Entender la distribución del texto, con los epígrafes, las entradas, los bloques, los párrafos, las líneas y
el interlineado.
• Revisar las notas que pueden aparecer en los márgenes o pie de página.
• Consultar la bibliografía, que es un listado de obras usadas por el autor para construir la obra.
• Revisar la tipografía, o sea, el tipo y forma de la letra.
• Complementos como ilustraciones, diagramas, esquemas y cuadros sinópticos.
También vale la pena repetir la lectura previa en cada etapa de lectura. Es decir, tal vez hicimos una lectura
previa de un libro, y ahora estamos por empezar un capítulo; es recomendable entonces repetir la lectura
previa, pero ahora con ese capítulo en específico.
Planeando la lectura
Planear la lectura es una estrategia previa. ¿Para qué voy a leer?
Los objetivos de la lectura. Los objetivos que pueden plantearse los lectores frente a un texto pueden ser
muy variados:
- Leer para obtener una información precisa. Leemos para localizar algún dato que nos interesa: la fecha
de nacimiento de un autor, un número de teléfono, etc. Una mezcla de “barrido” a través de la información y
minuciosidad cuando se encuentra aquella que interesa. La autora recomienda los periódicos para realizar
este tipo de actividad.
- Leer para seguir instrucciones. Hay que leerlo todo y además comprenderlo. Cuando lo que se quiere
hacer es colectivo, la comprensión debe ser compartida. La metacomprensión se facilita porque el alumno
(a) se ve obligado (a) a controlar su propia comprensión.
- Leer para obtener una información de carácter general. Interesa saber de qué va un texto. Es una lec-
tura muy libre en la que no estamos presionados por una búsqueda concreta. Es lo que hacemos con las
noticias y otros textos periodísticos. Vamos decidiendo si leer sólo el titular y, en función del interés, seguir
con la entradilla, seleccionar párrafos, frases, etc. Solé sostiene que este tipo de lectura es muy útil para
fomentar la “lectura crítica”, ya que “el lector lee según sus propios intereses y propósitos formándose una
impresión del texto y sabe tanto lo que tiene que leer en relación a ellos como lo que puede obviar”. (82)
- Lectura para aprender. Lectura lenta y repetida en la que el lector se interroga permanentemente sobre
lo que lee, establece relaciones, revisa términos nuevos, realiza recapitulaciones, redacta resúmenes o es-
quemas, toma notas, etc. Es esencial que el alumno conozca con precisión los objetivos que se quiere que
consiga.
- Lectura para revisar un escrito propio. La lectura adopta un papel de control, de autorregulación. El
lector va de sí mismo a la imagen que se hace de otra persona que lee lo que él ha escrito. Muchos tex-
tos escolares revelan que no ayudó al escritor a ponerse en el papel de sus lectores. De ahí, dirían Anna
Camps y otros, la importancia de sesiones de escritura comunicativamente contextualizadas en las que
los lectores puedan ser reales.
- Leer por placer. El lector es libre. Repite pasajes o se salta otros. Es fundamental practicar esta opción
para motivar hacia la lectura. Se me ocurre que no tiene sentido que programemos libros para los diferentes
cursos en función del placer o interés de los alumnos y luego les sometamos a aburridísimas fichas de lectura
o “controles” triviales, sin más justificación que asegurarnos que la persona ha leído el libro. Habría que aña-
dir que la literatura no es la única vía para disfrutar con la lectura. Como dice la autora: “...algunas personas
disfrutan enormemente cuando encuentran un texto científico que les hace pensar”. (87).
- Leer para comunicar un texto a un auditorio o para practicar la lectura en voz alta. Si no se prepara
para “evaluar” el nivel de lectura, sino para trabajar en competencias ligadas a la oralización del texto, es
fundamental dar tiempo a la persona para que prepare en silencio la lectura.” No se puede esperar que la
atención de los alumnos (...) pueda distribuirse por igual entre la construcción del significado y la necesidad de
oralizar bien”. (85) Algunos autores señalan que no tiene sentido que los demás tengan delante el texto que se
les lee, sin embargo, si la lectura es expresiva y personal, recrea el texto y permite mucho más su interioriza-
ción por parte de los demás. Tener el texto delante ayuda a fijar una atención mecánica que es perfectamente
compatible con una atención comprensiva mucho más profunda.
- Leer para dar cuenta de que se ha comprendido. Es para lo que más se utiliza la lectura en las aulas. For-
ma parte de un protocolo bastante generalizado en países de nuestro entorno. Según algunas investigaciones
no está claro que la mayoría de preguntas al uso, favorezcan la comprensión de lo leído. Es posible responder
estas preguntas –muchas de ellas además son periféricas- sin haber comprendido el texto globalmente.
En resumen, queda claro que enseñar a leer es también acostumbrar a practicar lecturas con diferentes
finalidades que implican distintos protocolos de actuación, diferentes estrategias. El modelo más generaliza-
do de leer textos para contestar preguntas no fomenta precisamente la adquisición de habilidades lectoras
necesarias y sirve para objetivos muy restringidos que la misma escuela diseña y que fuera de ella apenas
tienen relevancia.
Activar el conocimiento previo: ¿Qué sé yo acerca de este texto? El docente debe ayudar a que sus
alumnos (as) se hagan conscientes de lo que saben sobre el tema y de la forma del texto, para construir lo
que Mercer llama “contextos mentales compartidos”. Eso implica orientar a los alumnos sobre el tema del
texto para que puedan relacionarla con las propias experiencias; también activar lo que saben sobre el tipo
de superestructura (narrativa, noticia, expositiva, etc.) para que generen expectativas estructurales y temáti-
cas. Este conocimiento previo se activa mejor si el Facilitador dirige la atención de los chicos y chicas hacia
“indicadores” de contenido básico como ilustraciones, títulos, subtítulos, subrayados, cambios de letra, etc.
Es importante que los mismos alumnos (as) verbalicen los conocimientos y experiencias relacionadas con
el texto a leer. La activación de conocimientos previos es delicada, porque debe compatibilizar libertad con
pericia en la conducción de los intercambios para que éstos no se desvíen del tema del texto y puedan apor-
tar a los lectores, organizadores claros de las nuevas informaciones que el escrito va a presentar.
Establecer predicciones sobre el texto. El establecimiento de predicciones es un proceso que se da du-
rante toda la lectura, es consustancial al hecho de leer comprensivamente. Aquí se hablará de las que se
realizan antes de la lectura y que se refieren a los aspectos de contenido y estructura que veíamos antes:
¿qué puedo esperar del contenido y progreso del texto en función de la superestructura a la que pertenece?
Educación Superior Abierta y a Distancia • Curso Propedéutico
Curso Propedéutico
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Unidad 1. Estudio independiente en la educación a distancia
¿Qué me permiten aventurar títulos, subtítulos, ilustraciones, etc.? Implica que se corren riesgos y que que-
da claro que uno puede equivocarse, que la posibilidad de equivocarse forma parte del mismo aprendizaje.
Comprobar si se van produciendo lo que los niños (as) han aventurado da “significatividad” al acto de leer.
Hay textos que por su misma estructura facilitan esta estrategia: por ejemplo y por razones obvias, la noticia.
Solé, Isabel. Resumen por Sánchez J.,Enciso (2006). Estrategias de lectura: Ed. Graó (1992). Adaptado de:
http://www.xtec.cat/~ilopez15/materials/comprensiolectora/estrategiasdelectura.pdf