En una ocasión a Sócrates lo visitó un amigo para contarle un chisme que a su vez le contaron sobre otro amigo mutuo. Sócrates lo interrumpió y le preguntó a su amigo si él había aplicado la prueba de los tres filtros a quien le narró el la historia.
“Los tres filtros, no sé que es eso” – le respondió su amigo.
“Entiendo” – le dijo Sócrates – “entonces permíteme aplicártelo a ti”.
“Lo que vas a contar de nuestro amigo… ¿es verdadero?” preguntó Sócrates.
“No lo sé” – le contestó.
“Veo”, dijo Sócrates, y volvió a preguntarle: “lo que vas a contar de nuestro amigo, ¿es bueno?”.
“Definitivamente no”, le contestó.
Por último le preguntó Sócrates, “Lo que me vas a contar de nuestro amigo, ¿me es útil?”.
“No… no creo que te sea útil”, le dijo.
“Entonces”, le dijo Sócrates a su amigo: “si lo que me vas contar de nuestro amigo no es verdadero, ni es bueno y tampoco me es útil…, para qué me lo vas a contar?”.